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Ángeles Fósiles (Alan Moore)

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ÁNGELES FÓSILES es una brillante síntesis de muchas de las ideas del aclamado Alan Moore, uno de los mejores escritores de novela gráfica de todos los tiempos y autor de obras maestras como From Hell, Promethea, V de Vendetta o Watchmen.
Probablemente estemos ante el mejor y más sorprendente de sus ensayos. ÁNGELES FÓSILES, escrito haciendo gala de una honestidad brutal, es un manifiesto en defensa del arte y la magia, una llamada a las armas donde se dan cita todas sus obsesiones y todos su héroes: Aleister Crowley y la sociedad secreta ocultista de la Aurora Dorada, el mítico mago John Dee, William Blake y la fuerza catártica de las bandas de rock psicodélico. Alan Moore, con su prodigiosa erudición, hace que nos planteemos preguntas, resolvamos encrucijadas y tomemos partido.

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No, en serio. Tierra quemada. Muy recomendable. Piensen en la estampa de todas las túnicas y los estandartes incendiándose. Si el viento soplara en la dirección correcta, hasta es posible que se destruyera ese adefesio del Mind, Body and Spirit. Por supuesto, sería inevitable que se perdiera alguna vida humana y que alguien se quedara sin sustento, o sea, que se produjera algún que otro daño colateral en el sector, pero está claro que sería una bonita estampa. Las vigas de los templos desplomándose en medio de una lluvia de chispas. «¡Olvidaos de mí! ¡Salvad los manuscritos cifrados!». Entre las incontables misas gnósticas, juramentos, llamadas y rituales de protección, ¿cómo no se les iba a olvidar algo tan insignificante como un simulacro de incendio? Nadie está muy seguro de cómo evacuar el plano interior, ni siquiera se sabe cuántas personas pueden seguir dentro todavía. Por fin salen a la luz desgarradoras historias de valentía individual. «Vo–volvió a entrar para rescatar el retrato de Lam y no lo pudimos detener». Después viene el momento de las lágrimas, de la orientación psicológica. Enterrar a los muertos y nombrar sucesores. Abrir el sello de Hymenaeus Gamma. Echar una mirada compungida a nuestros acres ennegrecidos. Concentrarse en el día a día, por Dios bendito. Sonarnos la nariz, recobrar la compostura. Conseguiremos salir adelante.

¿Y luego qué? La tierra quemada, por supuesto, es rica en nitratos y proporciona una base para la agricultura de renovación. En la tierra calcinada, los brotes verdes de la recuperación. La vida bulle indiscriminadamente, manando a chorros de la tierra negra. Podríamos devolver todos estos jardines y bancales antaño señoriales a la naturaleza salvaje. ¿Por qué no? Considerémoslo ecologismo astral: la reivindicación de una zona verde psíquica que emergería de debajo de las losas agrietadas del pavimento ocultista victoriano; una llamada al incremento de la biodiversidad metafísica. Planteada como principio organizador del trabajo mágico, la compleja y autogenerada estructura fractal de una selva parecería igual de viable que todo ese espurio e impuesto orden cuadriculado de los suelos de baldosas de las logias; de hecho, resultaría mucho más natural y vital. Al fin y al cabo, el tráfico de ideas que constituye la esencia y la savia misma de la magia se compone de formas de telegrafía rural en mucha mayor medida que de rituales secretos solemnemente aprendidos después de largos años de empollar, títulos de bachillerato de Hogwarts. ¿Y acaso este modo selvático de interacción no lleva ya un tiempo siendo, de hecho, el escenario por defecto de la práctica ocultista occidental? ¿Por qué no admitirlo abiertamente? ¿Por qué no arrasar con los bulldozers todas estas casas–club adosadas que ya no sirven ni de decoración y asumir la lógica de las lianas? Dinamitar los diques, dejarse llevar por la inundación, permitir que florezca vida nueva en los hábitats previamente moribundos y en peligro.

En términos de cultura ocultista, la vida nueva equivale a las ideas nuevas. Si queremos que nuestro nuevo ecosistema inmaterial florezca y conserve la salud, hay que introducir en él a la fuerza a estos bicharracos de colores vivos, recién salidos del cascarón y temblando, renacuajos conceptuales posiblemente venenosos. Atraigamos esas pequeñas ideas que aletean, luminosas como el neón pero frágiles, así como las ideas más grandes y mucho más resistentes que se las comen. Si tenemos suerte, este frenesí alimentario llamará la atención de los enormes paradigmas raptores que lo pisotean todo y hacen temblar el suelo. Nociones feroces, desde las más minúsculas y bacterianas hasta las descomunalmente grandes y feas, todas enzarzadas en una lucha por la supervivencia carente de normas, gloriosa y sanguinaria, un espectacular caos darwiniano.

Las doctrinas endebles no podrán escaparse de los argumentos depredadores, esbeltos y de dientes afilados. Dogmas ancianos y mastodónticos, descendiendo por la cadena alimentaria, quedándose sin fuerzas y desplomándose bajo su propio peso para acabar devorados por viajantes de antigüedades carroñeros, convertidos en lugares donde esas zumbonas moscas de los chats puedan poner sus huevos. Trufas meméticas nacidas de un mantillo de eones en descomposición. Revelaciones nítidas que brotan como el matacandil del cráter asilvestrado y descuidado de la bomba. Una arcadia pánica, cornuda, asesina y rebosante. Selección sobrenatural. Los teoremas más fuertes y mejor adaptados tienen oportunidad de desarrollarse y propagarse, mientras que los débiles se convierten en sushi. Está claro que esto es Thelema de la línea dura en acción, además de representar un auténtico y productivo Caos del de toda la vida que debería llenar de dicha a cualquier thanateroide. Cuesta imaginar que la magia como campo del conocimiento pudiera no beneficiarse de semejante aplicación vigorosa del proceso evolutivo.

Para empezar, si aceptáramos un medio menos cultivado y menos refinado, en el que la competencia fuera feroz y ruidosa, la magia no estaría haciendo más que exponerse a las mismas condiciones que afectan a sus parientes más aceptados socialmente, la ciencia y el arte. Si postulas una teoría nueva para explicar la masa que falta en el universo, o si presentas al premio Turner una compleja instalación conceptual, puedes estar seguro de que tu propuesta será sometida a un intenso escrutinio, gran parte del cual será hostil y provendrá de algún campo rival. Cada partícula de pensamiento que desempeñó un papel en la construcción de tu declaración será desmontada y examinada. Y tu obra únicamente será aceptada en el canon cultural si no se le encuentra fallo alguno. Lo más probable es que, tarde o temprano, tu proyecto personal o tu teoría personal acaben convertidos en un desparrame de plumones y pingajos sanguinolentos y decorando las paredes manchadas de estos viejos y despiadados circos públicos. Y está bien que así sea. Es posible que tus ideas acaben convertidas en casquería, pero el terreno en sí se verá reforzado y mejorado por todas estas pruebas incesantes. Progresando y mutando. Si nuestro objetivo es realmente llevar adelante la visión mágica del mundo (en lugar de buscar nuestro propio beneficio como sus instructores), ¿cómo puede alguien ponerle objeciones a ese proceso?

A menos, por supuesto, que ese progreso de la magia no sea nuestro verdadero objetivo, lo cual nos devuelve a nuestras preguntas iniciales: ¿qué estamos haciendo exactamente y por qué lo estamos haciendo? Está claro que muchos de nosotros andamos enfrascados en una búsqueda legítima de la comprensión, y sin embargo, esto induce a preguntar por qué. ¿Acaso tenemos intención de darle algún uso a esta información, o bien solamente queremos acumularla por acumularla, para nuestra satisfacción privada? ¿Acaso deseamos que nos consideren sabios, o bien mejorar unas personalidades anodinas dándoles unos toques de conocimiento secreto? ¿Es el rango lo que buscamos, un estatus más asequible por medio de una empresa como el ocultismo, donde se da la circunstancia conveniente de que no existen estándares mesurables por los que podamos ser juzgados? ¿O bien nos alineamos con la definición que dio Crowley de las artes mágicas como el arte de producir cambios de acuerdo con la propia voluntad, o en otras palabras, de obtener cierto grado de poder sobre la realidad?

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